Viejos-Nuevos Tiempos

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Salíamos de la escuela, todavía eran escuelas y no colegios, con la algarabía y la alegría lógica de recobrar la libertad después de las horas de silencio sentados en los pupitres bajo la severa atención de los maestros (todavía eran maestros, los profesores, más adelante, en el instituto).

Volvíamos a casa corriendo a por la merienda, inventando regates imposibles y adelantando los increíbles goles que un rato más tarde meteríamos en la Plaza de El Grano o de las Gallinas (nunca se llamaron oficialmente así, como tampoco ahora es la Plaza Roja, prefiero los nombres anteriores, no como la denominan algunos ahora).

Cruzábamos las calles apenas sin coche, subíamos las escaleras al trote y, casi sin darle tiempo a la madre, que indefectiblemente siempre estaba en casa esperando la vuelta de la escuela, (antes las madres trabajaban más en casa), de darnos la merienda, volvíamos a la calle para organizar interminables partidos de fútbol hasta bien entrada la noche. Cuando terminaban los partidos, juegos hasta las tantas que acababan con las voces de las madres (otra vez las madres) llamando a cenar y a acostarse.

La libertad y el juego en plazas y calles eran fantásticos. No había polideportivos, ni gimnasios, ni cancha de tenis, ni piscinas, ni pabellones, ni ordenadores, poca televisión, sólo la plaza, la calle, el balón, la peonza, las chapas y mucha imaginación y ganas de jugar y pasarlo bien. Los jueves y los domingos cine (ahora ya no hay cines), En verano al río o la Pista Río (tampoco ya hay piscinas de verano) y algunos días a Suances en Casanova (esto no ha cambiado). Tiene Gloria Ruiz un estupendo librito, Anémonas desde la mar sobre sus recuerdos y sensaciones de niña yendo a la playa desde su Casar de Periedo natal que es una delicia. Se lo recomiendo.

Pero todo cambia. La ciudad se fue desarrollando, llegaron los polideportivos, las escuelas municipales de deportes, los ordenadores, las grandes superficies, las pistas de tenis, los psicólogos y los profesores de EGB. Las escuelas se empezaron a llamar colegios públicos y los niños dejaron de jugar en las plazas y de charlotear y discutir en los bancos públicos y de hacer los recados a la tienda de la esquina. Comenzaron las actividades extraescolares y aumentó el estrés de los padres y se iniciaron cursos de aprendizaje de habilidades sociales para ayudar a tus hijos. Los niños y las niñas juegan en casa con los ordenadores y descubren lugares lejanos virtuales y chatean con amigos también virtuales a miles de kilómetros de distancia; ya no hacen recados, la compra se hace toda los sábados en la gran superficie; las madres ya no esperan en casa a las cinco, porque trabajan y los niños van a extraescolares.

Pero desde algún tiempo, parece que las plazas se vuelven a poblar de niños parecidos a aquellos que salíamos de las escuelas corriendo alegres y alborotando. Sus rasgos son distintos: colombianos o peruanos o marroquíes, y todavía no tienen ordenadores, ni juguetes, por lo que tienen que jugar en las plazas al balón, como hacíamos nosotros, o simplemente sentarse en los bancos. Están en la calle. Si quieren verlos dense una vuelta por uno de nuestros barrios. Hay un nuevo ambiente. Se siente el cambio. Se parecen a nosotros con veinte o treinta años menos. Seguro que nos aportan dosis de nuevas alegrías de vida

Joaquín Díaz Rodríguez - Abril 2006
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